miércoles, 27 de febrero de 2008

El Trompo Bailador


Las apariencias engañan. En esta oficina, que probablemente puede ser clasificada como una de las mas estruendosas del mundo, programan las impresoras para que no hagan ruido. "Aquí tiene su impresora mi Lic. lista y programada pa que no le haga mucho ruido verdad." Y es que aqui no hay ruido como sonidos desorganizados, no, aquí lo que hay es un choque sonoro de muchas cosas organizadas a la vez. El timbre, tacones en los azulejos, voces al teléfono ("yo no lo conozco pero usted vayase bien rasuradito, bien peinadito"), cumbias, risas, puertas que se azotan. Y eso que no tengo el oido de la mujer bionica porque si no podría escuchar las pruebas de sonido en el estudio, los montacargas del almacen y la armadora de CD's. Aqui todo canta, hasta los vidrios, y se vale. Las uncias que no tienen voz son las impresoras; pobres.

La recepcionista es quien a mi juicio suena más. Los Horoscopos de Durango a todo volumen compiten con su celular y el teléfono que no deja de sonar. Los muchachos la llaman Sexy y yo estoy segura que es por ...

2 comentarios:

Felix dijo...

que no se depilaba su parte humeda. Tenia pinta de muy guarra la recepcionista, con sus uñas pintadas de fucsia y sus parpados de azul cobalto, el sujetador lleno de papel para aparentar que tenia mas de lo que realmente dios le dio y lo peor de todo es que siempre se le veia el comienzo de las pantimedias.

Me estaba volviendo loca de todo el ruido hasta que un dia decidi que...

chestr dijo...

la mejor venganza sería volverme aún más ruidosa que todos las palabras pronunciadas, los papeleos, más que aquellos sonidos chatarra de aparatos que se volverán obsoletos en unos meses, más estruendosa que bebé recién nacido, en fin, la bestia menos discreta que esta oficina jamás hubiera visto. Así que empecé interfiriendo las calladas e insoportables juntas de presupuesto. Esas en las que cada quién se sienta dizque a calcular los gastos del próximo año, siempre en absoluta y fingida concentración. Hace rato troné la burbuja de la tranquilidad haciendo bombitas con mi chicle de plátano (esos que comíamos en los ochentas y que la gente se olvidó que existían). Bomba. POP. Bomba. POP. No me había sentido así de